Desde que el mundo es mundo, el ser humano ha tenido gran avidez por la carne: tocarla, agarrarla, morderla. Hasta en el apasionado encuentro amoroso parece que los amantes quisieran devorar a su partener. Este deseo irrefrenable tiene su correlato en la alimentación; por algo existe el dicho “Dime qué comes y te diré quién eres”
Por Dra. Andrea Mindlin
La New Age y la tradición del cuidado de la salud
A mediados del siglo XX se puso de moda una corriente antropocentrista, la New Age o Nueva Era, procedente de la creencia astrológica de que el sol pasa un período de tiempo por cada signo del zodiaco, y según la cual ahora estaríamos en la Era de Acuario; el sol habría salido del signo de Piscis para entrar en el de Acuario. Ese paso traería aparejado grandes cambios sociales, relacionados con la paz y la prosperidad. Los adeptos de estas modernas creencias siguen una serie de premisas que requieren determinados cambios de hábitos, entre ellos la alimentación.
Ya el antiguo y sabio Maimónides (Córdoba 1135 – Fustat, Egipto 1204), médico, rabino y teólogo judío español medieval, además de exponer en sus escritos su visión aristotélica del judaísmo, confeccionó una guía para la salud, donde la principal fuente de la enfermedad era la manera incorrecta de liberar las toxinas del cuerpo. Evidentemente, se refería al sistema digestivo, cuyo correcto funcionamiento es la base de una buena salud. Estas premisas, donde la ausencia de enfermedad se alcanza a partir de una alimentación adecuada, de algún modo son comparables con las de la medicina china y la armonía necesaria entre sus cinco elementos principales (madera, fuego, agua, metal y aire), donde se logra mediante la ingesta de determinadas hierbas. Por otro lado, la medicina ayurvédica también centra el foco de la salud en el equilibrio entre los tres humores fundamentales (Vatta, Khapa, Pitta). El equilibrio entre ellos, en gran medida, es alcanzado por una alimentación acorde con el humor que predomina en cada persona.
La medicina alopática (término que alude a la medicina convencional) utiliza para curar remedios que producen un efecto contrario al que se quiere combatir y no hace demasiado hincapié en la alimentación, pues para sanar ya están los medicamentos.
Paradójicamente, tras la aparición de las nuevas tecnologías y la facilidad para acceder a la información que ha marcado el fin del siglo XX y el comienzo del siglo XXI, la humanidad parece necesitar algo que la conecte más con lo realmente humano y con la naturaleza. La brecha entre el saber del médico tradicional y la información del paciente se ha acortado, y lo que antes funcionaba ahora ya no.
Hay una tendencia general a que las personas den más importancia al cuidado de su salud, y no escapa a esta tendencia el cuidado de la piel. Donde se eligen productos naturales -que tengan poca cantidad o nada de derivados del petróleo dentro de ellos-, la manera de alimentarse ha empezado a formar parte de esta elección, ya que inteligentemente se ha empezado a prevenir antes que a curar.
La verdad es que para tener una piel lozana, tersa y fresca, así como para lograr el sempiterno deseo de no envejecer, lo fundamental es tener una buena alimentación. Y después, si aplicamos una u otra crema contribuiremos más o menos; pero lo que comemos, tomamos, amamos o dormimos, se refleja en la cara.
Los cambios en la forma de alimentarse
En concordancia con las sabidurías orientales, y otras ancestrales como la de Maimónides, hay un cambio sustancial en la manera de nutrirse. El cambio fundamental está dado por la supresión de las carnes. Según las distintas corrientes, se destierran del menú todo tipo de carnes, o bien se acepta sólo pescado. Lo cierto es que la carne, sobre todo la vacuna, es de difícil digestión; su tránsito por el intestino es muy lento, por lo que, si después se ingieren frutas, o lácteos, ambos verán obstaculizado su paso por el intestino, que es donde se termina de degradar los alimentos mediante la acción de las enzimas, para su posterior absorción. Si los alimentos están dentro del intestino un tiempo, prologado, empiezan a fermentar, comienzan a generar toxinas y radicales libres, que no son ni más ni menos que moléculas muy reactivas que se adhieren a otros compuestos, a los que pueden llegar a deteriorar. Tal es el caso del colágeno (fibras constitutivas de la piel) que dan el aspecto juvenil a la piel. Al adherirse los radicales libres, deterioran las fibras y las vuelven más laxas, lo que se va a traducir en las indeseables arrugas del rostro.
Muchas son las diversas tendencias que defienden la no ingestión de carne, con distintas variantes:
- Lacto-vegetarianismo: son los vegetarianos que no consumen carnes ni huevos, pero sí productos lácteos.
- Ovo-lacto-vegetarianismo: los practicantes de esta corriente consumen huevos y productos lácteos, pero no carne ni peces. Esta es la variación más común en nuestra cultura occidental.
- Ovo-vegetarianismo: quienes practican esta tendencia son aquellos que no comen carnes ni productos lácteos, pero sí huevos.
- Api-vegetarianismo: son quienes consumen miel.
- Vegetarianismo estricto: es una alimentación que excluye todo producto de origen animal. Rechaza en consumo de los cadáveres de animales y el de huevos, lácteos y miel. Dentro de esta variedad de alimentación están los practicantes del veganismo (del inglés vegan).
- Crudívoros, tendencia comúnmente conocida como raw food (“comida cruda”) en su denominación en inglés. Snismo
El veganismo es particularmente interesante por la filosofía que conlleva, además de abrir un mercado muy saludable dentro de la cosmética. Es la práctica o estilo de vida que consiste en abstenerse del consumo o uso de productos de origen animal. En el sentido más estricto, es una actitud ética caracterizada por el rechazo a la explotación de otros seres sensibles como mercancía, útiles o productos de consumo; por esto se considera que los veganos tienen una cosmovisión sensocentrista. En cuanto a la práctica colectiva, los sensocentristas consideran que la explotación de los animales debe ser abolida. Debe derogarse la condición de propiedad que actualmente tienen los animales no humanos y concederles, en su lugar, derechos animales que protejan sus intereses básicos. En este sentido, se puede afirmar que el veganismo es un movimiento abolicionista, pues no tiene como objetivo una mejora en las condiciones de vida de los animales explotados, como pide el bienestarismo, sino que plantea el final absoluto de su explotación.
Los veganos rechazan todo tipo de ropa y calzados confeccionados con lana, cuero, pieles y sedas, por provenir de un origen animal. En cuanto a la cosmética, además de no usar productos que procedan de animales, tampoco usan los que fueron probados en animales. Por ejemplo, para que una agencia regulatoria apruebe un producto cosmético y pueda salir al mercado, se deben presentar determinadas pruebas de seguridad, por ejemplo la de irritación ocular. Obviamente, no se le aplica a un ser humano el producto, y para saber qué nivel de irritación produce se utilizan animales de laboratorio, generalmente esas hermosas cobayas blancas.
Otros productos que no se deben utilizar en cosmética vegana son, por ejemplo, la lanolina, la cera de abejas y los parabenos (que se usan como conservantes). La lanolina es un componente casi esencial de las cremas. Es una cera procedente de los ovinos, muy hidratante y emoliente; tiene una untuosidad y una textura que la convierten en muy apta para la fabricación de cremas, especialmente para las pieles muy secas. Pero se puede reemplazar por la vaselina, que, si bien es un compuesto derivado del petróleo, existen variedades sólidas de alta pureza: es cuestión de asegurarse de que no tengan impurezas, fenólicas, típicas de estos compuestos, que además son cancerígenas.
Otro compuesto que vale la pena mencionar, por la escasa buena información que hay al respecto, es la glicerina. La glicerina, glicerol o propanotriol, es un tipo particular de alcohol que puede tener un origen animal o vegetal, como por ejemplo el aceite de coco o de jojoba. Se utiliza para hacer cremas, jabones, detergentes, y también como parte constitutiva de otros maquillajes. Ahora bien, este tipo de alcohol en particular no es el que encontramos en la farmacia, ni con el que nos emborrachamos, sino que es el que se usa para fabricar jabones. Las grasas, ya sean de origen animal o vegetal, son moléculas enormes que contienen dos partes; una es la parte carboxílica, que está unida a la glicerina.La parte carboxílica tendrá diferentes características, dependiendo del origen de la grasa, pero aquí esta el meollo de la cuestión: la glicerina es siempre el mismo tipo de molécula y no varía porque provenga de una grasa animal o de una grasa vegetal. Entonces, si queremos fabricar, por ejemplo, un jabón vegano -cuya base fundamental es la glicerina-, si la extraigo de una grasa animal y le realizamos un proceso exhaustivo de purificación, es decir, nos aseguramos de que la glicerina obtenida a partir de grasa animal no tenga ni la más minima traza de compuesto carboxílico, veré, para mi sorpresa, que si hago exactamente lo mismo, pero con grasa vegetal, para obtener glicerina vegetal, la molécula pura de glicerina será exactamente la misma, se haya usado grasa animal o vegetal. Aclaramos que si la glicerina obtenida a partir de grasa animal experimenta un proceso de alta purificación, será exactamente la misma glicerina que si el proceso comienza con una grasa vegetal. Lo que ocurre es que la grasa vegetal –por ejemplo, el aceite de coco- es mucho más cara que cualquier grasa de origen animal.
Por lo aquí expuesto, queda claro que, en el caso de la glicerina, lo importante es su grado de pureza, más que la grasa de la cual se ha obtenido. Lo que ocurre es que vivimos en un sistema capitalista, cuya base principal es la oferta y la demanda. Se han abierto un sinfín de nichos de mercados con estas nuevas y nobles tendencias, y las empresas fármaco-químicas son muy hábiles para captar este tipo de cambios en los hábitos. Cuando nos venden una glicerina que nos aseguran que es de origen vegetal y de alta pureza, es imposible saber si provino de una grasa animal o vegetal.
El aceite de cannabis
Por suerte, existen en la naturaleza compuestos nobles y que necesitan poca manipulación por parte del hombre, como lo es nuestro bien amado aceite de cannabis. Es eco-amigable, no necesita de insecticidas ni fertilizantes, y contiene un aporte realmente importante de ácidos grasos que el cuerpo no fabrica, como el Omega-6, el Omega-9 y el Omega-3. Este último es muy importante porque, salvo el aceite de cannabis y el de lino, las únicas fuentes son de origen animal, como por ejemplo los peces de aguas frías. Además, el aceite de cannabis es una fuente vegetal de vitaminas del complejo B: B1 (tiamina) y B2 (riboflavina). La deficiencia de la riboflavina tiene como consecuencia padecer dermatitis seborreica.
El aceite de cannabis es ideal para el uso vegano, pues al tener propiedades antiinflamatorias, poder bactericida y cicatrizante, se puede usar tanto en cosmética como para que forme parte de un botiquín vegano básico.
Los adeptos a este movimiento deben tomar suplementos de vitamina B12 (cobalamina), que sólo la aportan la leche y el huevo, así como suplementos de hierro (para evitar la anemia), ya que a pesar que las espinacas y otros productos vegetales contienen hierro, la forma en que el hierro se absorbe mejora es la que se encuentra en la carne.
A pesar que estos movimientos tienen sus limitaciones, vale la pena intentar darle la espalda al sistema