Desde muy joven, David Aransay (Madrid, 45 años) vive comprometido con el cannabis. Dueño de un grow shop que va a cumplir dos décadas de existencia y que es hoy mucho más que una tienda, ha sido testigo y partícipe de las grandes transformaciones que ha experimentado el sector. Hijo de una familia religiosa, su temprano romance con la planta le costó muchas riñas con sus mayores y hasta la visita a un psicoanalista, al que le contaba sueños inventados. Nada de eso le impidió convertirse en un exitoso empresario cannábico. Con un porro encendido hablamos de su iniciación, de la evolución del hachís marroquí que empezamos a fumar, de sus comienzos como cultivador, de la fuga de cerebros y del papel de los pioneros españoles en el mundo cannábico, de la apertura de su tienda y de los cambios que la han convertido en una empresa que no solo vende, sino que participa en la invención de nuevos artefactos y asesora en proyectos aquí y en el extranjero.
¿Cómo fue tu primer porro?, ¿cómo eran los porros de principios de los noventa?
Con catorce años me fumé mi primer porro con un colega que le robó una china a su hermano mayor. El primer porro nunca se te olvida, y menos, la compañía con la que te adentrabas en ese “mundo oscuro y peligroso”. El hachís de esa época procedía de plantas marroquís de hoja sativa pero de floración rápida. En agosto cortaban las plantas y las secaban al sol. Como bien sabemos, las sativas puras tienen la hoja fina, y esto hacía que, al secarlas al aire libre, a mediados de agosto, el sol le diese directamente a la resina, degradando el THC y convirtiéndolo en CBD, de ahí que el efecto fuese narcótico. O como decíamos nosotros entonces, cuando nos quedábamos planchados por el efecto: “me ha entrado el fantasma”. El “apaleado”, hachís que se sacaba de golpear la planta entera con palos para conseguir unir las fibras y poder hacer las placas, nos dejaba inmóviles, como poseídos por un fantasma.
Debió de gustarte mucho la experiencia para encarrilar tu vida por la senda cannábica; tuviste además que luchar para conseguir el respeto de tu familia. Según me contaste, tus padres cuando se enteran de que has fumado porros se asustan y te mandan al psicoanalista. Tenías entonces quince o dieciséis años. ¿Cómo viviste ir al psicoanalista?
Que ese mundo de los porros fuera considerado oscuro y peligroso era, sin duda, por la falta de información tanto de los padres como de los hijos. Por este desconocimiento, tus padres intentaban poner un remedio para evitar esa famosa escalada en las drogas, que aseguraba que si te fumabas un porro acababas inyectándote heroína. En las sesiones con el psicoanalista me inventaba los sueños, ya que los fumetas raramente recordamos los sueños, y, mientras hablaba, toqueteaba la china del bolsillo solo esperando a que se acabara el tiempo para ir a fumar con los colegas del barrio. En fin, yo lo veía como un sacacuartos, pero a los viejos los dejaba más tranquilos; que yo fuera al psicoanalista les daba a ellos tranquilidad mental.
Del apaleado al paquistaní
Estamos sentados en su despacho, fumando mientras hablamos un excelente hachís marroquí con sabor a maracuyá. En España, la iniciación cannábica fue, al menos hasta el siglo xxi, con un hachís marroquí rico en CBD que te dejaba muy sereno. Poco que ver con este hachís psicoactivo que estimula el ánimo y los recuerdos juveniles de aquellos lejanos años noventa.
Mucho éxito no tuvieron tus padres en su empeño de que dejaras de fumar. Con dieciocho años viajas por primera vez a Marruecos para averiguar cómo se hace el hachís.
Sí, fue cuando estaba en la mili, en un puente de diciembre, y, más adelante, en agosto, en una demostración para guiris que nos hicieron en una pequeña plantación cerca del pueblo de Chauen. Allí nos enseñaron cómo vareaban la planta solo para mostrarnos el método utilizado; sin extraer un producto muy óptimo, debido a las altas temperaturas del verano. Yo les decía al quemar la china que dónde estaba la burbuja que salía cuando calentabas el buen hachís, y me decían con misterio que para eso había que utilizar el “doble filtro”. Querían decir, más tarde lo supe, quitarle los restos vegetales tamizándolo con una malla del 73, que deja en la bolsa solo los tricomas.
Desde entonces ha cambiado mucho el hachís marroquí. Tú me contaste que el cambio se produce alrededor del año 2000, que según te habían dicho gente del Rif, había una finca de marroquís por la zona de Anasar en la que cultivaba un alemán con semillas regulares de Skunk para llevarse un hachís de primera. Y que un año no bajó y el marroquí de la finca comenzó a vender las semillas cambiando la genética tradicional y generando otro hachís con mucho más THC, lo que en España empezó a venderse como hachís “paquistaní”. ¿Es así la historia? Supongo que no solo sería la genética. ¿Qué otras cosas cambiaron para mejorar la calidad de la extracción?
Sí, al menos esa es la leyenda. El cambio se produjo al introducir variedades sobre todo con base Skunk, que daban plantas más resistentes y productivas y, al ser más tardías, cambiaban también los tiempos de recolección. Al tener estas variedades hojas anchas y florecer en septiembre y octubre, la resina quedaba más protegida del calor y de los rayos del sol, degradándose menos el THC. Empezaron también a secar la planta en cobertizos o a la sombra, manteniendo así más los terpenos naturales de la planta. A principios del 2000 me pilló la policía una china de este nuevo hachís, el llamado “paquistaní”, y en el análisis salió que tenía un 23% de THC, cuando poco antes el hachís que nos llegaba tenía mucho menos. Se recuperó el doble filtrado, que es, como te he dicho, quitarle las impurezas una vez extraído, eliminando materia vegetal y tricomas mal extraídos utilizando una malla de 73 mm, haciéndolo siempre en frío y con movimientos suaves. Así se ha aumentado considerablemente la psicoactividad, hasta llegar en análisis a un 55% de THC con plantas híbridas como la Nicole Kush y otras variedades americanas.
Hay quien se queja de este incremento de la psicoactividad. Dicen que se perdió CBD, que el hachís marroquí dejó de estar tan bien equilibrado como estaba tradicionalmente. ¿Qué piensas sobre ello?, ¿el cambio fue a mejor o a peor?
El cambio aumentó considerablemente la cantidad de producción de la planta, pero efectivamente con los años se ha ido perdiendo la variedad autóctona marroquí, hibridándose cada vez más y resultando cada vez más difícil encontrar razas puras. Algún breeder sé que ha desarrollado feminizadas marroquís intentando por lo menos mantener esa planta sativa todoterreno, de efecto eufórico, floración rápida y sabor dulce.
Después del paquistaní aparecieron otras calidades, resultado del empleo de semillas de bancos españoles, en unos casos, compradas por los marroquís y, en otros, fruto de colaboraciones.
La cultura cannábica ya no tiene fronteras. Internet ha ayudado muchísimo a que fluya con rapidez la información respecto a nuevos cruces y todo tipo de sabores, que se encuentran tanto en flor como en extracciones. En Barcelona, sobre todo, hay clubs que te sorprenden con cartas que tienen tanto hachís de Marruecos, como extracciones de Estados Unidos o hechas en España.
Las primeras semillas
“Hemos ido cambiando con la evolución del sector. Los proyectos con los que te venía la gente hace años consistían en poner unas plantitas en la casa del pueblo. Ahora te llegan queriendo montar explotaciones cannábicas de CBD con certificaciones de ingenieros agrícolas; te piden presupuesto de sistemas eléctricos, estudios de campo para la fertilización personalizada, maquinaria de extracción…”
A finales de los noventa empieza la fiebre del autocultivo en España. La llegada de la revista Cáñamo contribuye y alimenta decisivamente el cambio, enseñando técnicas de cultivo y facilitando la adquisición de semillas mediante el anuncio de bancos holandeses en sus páginas, llegando incluso a regalar en la revista un coleccionable con la información de las variedades del banco Green House, las cuales se podían conseguir mediante contacto telefónico a través de Cáñamo y pagando contra rembolso. Uno de los primeros anuncios de Sensi Seeds publicados en esta revista permitió a David Aransay hacerse con semillas y alumbrar poco después su primera variedad.
En el año 97, gracias a la revista Cáñamo, compras tus primeras semillas, ¿cómo se hacía esa compra?, ¿qué variedades adquiriste?
Había que confiar en que te llegasen. Tenías primero que ir al banco a cambiar pesetas por florines para meterlos en una carta, enviarlos a Holanda y cruzar los dedos para que te llegasen a vuelta de correo esas preciadas semillas: las Mexican Xativa, Ruderalis, Maple Leaf Indica… Esas fueron las primeras variedades que compré. Todavía las recuerdo; eran las más baratas del catálogo de Sensi Seeds.
Eso fue poco antes de que se empezaran a vender semillas feminizadas, así que serían regulares, ¿creaste con ellas alguna variedad híbrida?
Sí, sin querer germiné una semilla de Skunk y una semilla que saqué de dentro de una china de hachís marroquí; fue justo ese mismo año, con unos fluorescentes Grolux de un panel de publicidad de cerveza. Al sacar las plantas en marzo al exterior, florecieron y, por no tener ni idea de machos y hembras, se polinizaron. Como entonces estábamos acostumbrados al hachís, nos quedamos muy sorprendidos por los efectos que tenía la buena marihuana y regalamos esas semillas a amigos de la Sierra, que quedaron alucinados con este cruce casual. A esta primera genética que hicimos la llamamos Manhattan Poison entre los colegas.
En el año 2003 abres tu grow shop. De ser una afición, el cannabis pasa a ser una profesión. ¿Por qué te dio por abrir un grow?
Después de poner en común con los amigos mis experiencias de cultivo con la planta, vi que era el momento de compartir esos conocimientos con personas que no los tuviesen y poder aprender también de muchos cultivadores que con generosidad compartían su experiencia y conocimientos.
Cuando un hobby se convierte en profesión puede hacer que disminuya la pasión, ¿las tensiones del trabajo te han hecho perderle amor hacia la planta?
La pasión y la dedicación yo creo que son las mismas. Ver la ilusión de la gente que confía en ti y lleva a buen puerto su proyecto siempre te recompensa.
Al principio tu grow fue una franquicia de Life Light (Life Light Majadahonda, se llamaba), pero enseguida te independizaste. ¿Cómo se te ocurrió ponerle a tu grow shop Gramovatio?
La mayor parte de las producciones agrícolas se miden por lo que producen por metro cuadrado o hectárea cuadrada. En nuestro caso, en todos los proyectos de desarrollo cannábico en interior, la pregunta de cuánto voy a sacar se concreta en cuántos gramos por vatio voy a cosechar. El gramovatio es la unidad de medida de cultivo en indoor.
El negocio se expande
Como una planta que crece y se ramifica, David ha propiciado que su negocio se expanda estableciendo vínculos y colaboraciones con otras empresas y sumando en su aventura empresarial a distintos profesionales. Con la empresa 3DMITA han colaborado para desarrollar y comercializar el papel de fumar Old School Paper (conocido por su producto estrella, un rollo deslizante de papel, más cómodo de llevar en un bolsillo que un librillo convencional), una máquina aventadora de semillas y otra para contarlas. Con Green Fantasy han participado en la elaboración de una peladora de cogollos que en su parte de abajo filtra los tricomas caídos y sirve para hacer extracciones en seco, una máquina capaz de procesar hasta mil kilos de materia vegetal al día. También han tenido un banco de semillas, Gramovatio Recolection Seeds, que, aunque ahora está momentáneamente en suspenso en espera de que cese la persecución al sector, se encuentra desarrollando, en alianza con otros bancos, una variedad en homenaje a Antonio Escohotado, que con suerte se pueda regalar a los lectores de Cáñamo en un futuro próximo.
Por los pasillos de la nave industrial que alberga Gramovatio me cruzo con Luis de Alcalá, el asesor técnico de cultivo integrado y de control de plagas y enfermedades, que forma parte de la empresa, un profesional experto en depredadores biológicos que vela porque los cultivos cannábicos salgan adelante aplicando los protocolos propios de la agricultura ecológica. Le pregunto por las plagas más comunes y su tratamiento y me da una lección magistral sobre arañas rojas que son masacradas por otros ácaros benignos, pulgones que son eliminados por chinches que tienen espadas en la cabeza, gusanos que se introducen por el culo de la larva de la mosca del suelo, se alimentan de ella y luego eclosionan saliendo millones de gusanitos más… Aunque los nombres de estos bichos los pronuncia en latín y no llego a comprender mucho de lo que me cuenta, no puedo evitar, sin duda estimulado por el hachís con sabor a maracuyá que acabo de degustar, que una batalla campal se represente ante mis ojos.
Continúo la visita por las instalaciones preguntando a dependientes y encargados, que se sorprenden de lo poco que sé sobre cultivo trabajando como trabajo en Cáñamo. “Es que me hago el tonto para que la gente me cuente cosas”, les digo con pose misteriosa, y vuelvo al despacho de David para continuar con la entrevista.
Hace seis años unificas la tienda y el almacén aposentándote en estos mil quinientos metros cuadrados, y, lo más importante, incorporas los conocimientos que habías desarrollado en todos estos años. Gramovatio adquiere entonces el apellido Horticultur@ Solutions. Ya no sois solo una tienda.
Hemos ido cambiando con la evolución del sector. Los proyectos con los que te venía la gente hace años consistían en poner unas plantitas en la terraza o en la casa del pueblo a la que iban los fines de semana. Ahora te llegan queriendo montar explotaciones cannábicas de CBD con certificaciones de ingenieros agrícolas; te piden presupuesto de sistemas eléctricos con sus especificaciones, estudios de campo para la fertilización personalizada, maquinaria de extracción adaptada a las necesidades de cada explotación…
Parte de vuestra labor se basa en colaboraciones con otras empresas.
Exactamente. Para poder ofrecer todos estos servicios de consultoría cannábica contamos con diferentes empresas del sector, con el objetivo de poder ofrecer todo lo que una empresa agrícola cannábica va a necesitar, tanto en asesoramiento, como en materiales y equipo formativo.
Desde el 2003, ¿ha cambiado mucho la clientela?
La clientela no ha cambiado mucho, lo que sí se ha dado es un aumento significativo. La clientela es muy diversa, de todos los estratos sociales y profesionales. Lógicamente, ahora hay muchos más clientes de clases trabajadoras, gente que se ha visto pisoteada por la pandemia y, al no tener recursos económicos para poder comprar en el mercado negro, han optado por el autocultivo como forma de proveerse y para poder seguir con su nivel de vida.
¿Habéis tenido algún problema con la policía en todos estos años?
Nunca. Una vez vinieron los municipales. Los clientes se asustaron, pero luego resultó que lo que querían era perlita para una boda: que si les podíamos vender cien litros de perlita para tirarla en lugar de arroz cuando salieran de la iglesia los recién casados… Les dije que éramos una tienda pequeña y que no teníamos sacos tan grandes. Otra tarde se presentó, también de uniforme, un guardia civil preguntando por un bote de fertilizante preventivo que su hermano se había dejado olvidado el día anterior. No me vengas así disfrazado, le dije, que me asustas a la clientela. ¡El susto que nos metimos! Aunque no hagamos nada ilegal, siempre te queda algo del miedo juvenil a la autoridad.
Además de Marruecos, países como Colombia, Uruguay o Tailandia se han beneficiado y se están beneficiando del saber hacer de los españoles en el ámbito cannábico. Tú hablas incluso de fuga de cerebros.
Sí, desgraciadamente, muchos de los mejores cultivadores y breeders de muchos bancos de semillas se han ido a países donde la legislación permite desarrollar la profesión con la tranquilidad de no estar expuestos a penas de cárcel o, lo más importante, sin el riesgo de perder el trabajo de años desarrollando y manteniendo las genéticas estabilizadas en la clandestinidad. Se van a otros países donde las leyes les permiten continuar su trabajo de estabilización y avanzar más rápido, en explotaciones cannábicas más extensas, donde pueden hacer pruebas a gran escala. Es, sin duda, una fuga de cerebros.
A los españoles nos gusta castigarnos y pensar que somos los peores o los últimos en todo, ¿es verdad que somos pioneros y expertos en el sector cannábico?
Pues yo creo que sí. Si nos remontamos a la época de los sesenta, veo más que a otros a los hippies españoles, con algún americano, adentrándose en el Rif y empezando a varear las plantas para hacer hachís. Lo de secar las plantas al sol quiero pensar que era que tenían prisa por volverse a Ibiza… Porque tradicionalmente en Marruecos no se hacía hachís, no extraían la resina, solo fumaban la planta, lo que ellos llaman kif. Los españoles ya estaban en esa época y, desde entonces, han estado presentes en los grandes cambios del sector; por ejemplo, las primeras semillas de genéticas con altos contenidos en CBD proceden de bancos españoles, y con ellas trabajan ahora mismo muchos países, allí donde la legislación lo permite.
Tú que has visto en primera línea la evolución del sector, ¿cómo imaginas el futuro?
La revolución cannábica está explotando a nivel mundial; no paran de legalizar en cada vez más países. Soñemos que este giro mundial consiga que se desarrolle una industria que pueda hacer sombra a todos los lobbies que tienen ahora el control sobre la alimentación, la industria farmacéutica y la petrolera. Como Jack Herer nos avisó en su libro El emperador está desnudo, el cannabis hará que todos estos lobbies pierdan el monopolio y el control que tienen sobre todos los gobiernos.