Nació el 15 de julio de 1892 en Berlín, en el seno de una familia judío-burguesa, donde comenzó sus estudios de filosofía, que prosiguió en Friburgo, Munich y Berna.
por Mónica Hinojosa Becerra e Isidro Marín Gutiérrez, @isidromarin
Su vocación académica quedó truncada al no ser aprobada su tesis doctoral, un estudio brillante aunque esotérico del drama barroco alemán titulado ‘El origen de la tragedia alemana’ (1928) en la Universidad de Francfort. Próximo a los postulados del pensamiento marxista de György Lukacs, mantuvo una estrecha relación con el dramaturgo Bertolt Brecht. Walter Benjamin fue un crítico literario marxista y filósofo.
Colaborador estrecho de la Escuela de Fráncfort adaptó su temprana vocación por el misticismo al materialismo histórico al que se volcó en sus últimos años, aportando un sesgo único en la filosofía marxista. Como erudito literario, se hizo célebre por sus traducciones de Marcel Proust y Charles Baudelaire. Su ensayo “La tarea del traductor” es uno de los textos teóricos más conocidos sobre la traducción.
Benjamin mantuvo una extensa correspondencia con Theodor Adorno y Bertolt Brecht y ocasionalmente recibió financiación de la Escuela de Fráncfort. Las influencias competitivas del marxismo de Brecht y el misticismo judío de su amigo Gershom Scholem fueron muy importantes en el trabajo de Benjamin. La obra intelectual de Bejamin es atípica e inclasificable, incluye traducciones, ensayos históricos, lingüísticos y artísticos. Las “Tesis sobre la filosofía de la Historia”, uno de los últimos textos de Benjamin, fue lo más cercano a tal síntesis, y junto con el ensayo “La obra de arte en la era de su reproducción técnica” y “Para una crítica de la violencia” están entre sus textos más leídos. Benjamin afirma que el auge del fascismo y la sociedad de masas son síntomas de un momento degradante en la que el arte sólo es una fuente de gratificación para ser consumida, pero que también podía servir de vehículo de difusión del comunismo y concienciar así a las masas.
Su muerte
Benjamin es judío, marxista alemán y librepensador. Demasiados títulos credenciales para sentirse seguro en una dictadura fascista que acaba de instalarse por la fuerza de las armas en la República Francesa. Por eso huyó. A principios de la década de los años 30, Benjamín abandonó Alemania para evitar el acoso del régimen nazi instalándose en París, desde donde realizó distintas visitas a Dinamarca, España e Italia. En 1939 le anularon su nacionalidad alemana. Al estallar la II Guerra Mundial fue internado en un Campo de Trabajadores Voluntarios en Francia en el campamento del Clos-Saint-Joseph de Nevers. Fue puesto en libertad en noviembre de 1939. Regresó a París pero cuando las tropas nazis entran en París en junio, huyó a Lourdes con su hermana. Consiguió un visado para viajar a Estados Unidos, facilitado por Max Horkheimer pero no logró embarcar en Marsella. Así que debía intentar atravesar España, en esos momentos gobernada por Franco (amigo del régimen nazi alemán). Benjamín quería llegar a Lisboa para, desde allí, irse rumbo a América.
Benjamín atravesó los Pirineos en un intento desesperado de escapar de los nazis. Walter Benjamin tardó unas siete horas en atravesar a pie los senderos secretos que cruzan la frontera entre Francia y España (entre Banyuls y Portbou). Iba cansado y enfermo, pero no estaba solo. Lo acompañaba, a modo de guía, la joven berlinesa Lisa Fitkko, de la resistencia de Portvendres. Este camino actualmente, que parte de Banyuls y discurre entre viñedos y bosques de encinas, se ha convertido en un itinerario cultural, la Ruta Walter Benjamín. El grupo clandestino llegó el 26 de septiembre a Portbou (Girona), al otro lado de la frontera. El pueblo que encuentran ofrece un paisaje de casas destruidas por los bombardeos franquistas durante la Guerra Civil Española.
La frontera entre España y el Francia se abrió hace poco, justo cuando el ejército alemán llegó a la frontera. En el pueblo quedan un millar escaso de habitantes, vigilados por las IV División de Requetés de Navarra, que construyen nidos de ametralladoras en la costa y los escasos habitantes que todavía viven en el pueblo, tienen más familiares prófugos en el otro lado de la frontera que en este lado.
Benjamín se dirigió a la estación de tren con dirección a Lisboa pero fue detenido e informado de su inmediata deportación a Francia por órdenes del gobierno franquista. El grupo que ha atravesado a pie los Pirineos pidió hospedaje, junto con la alemana Henny Gurland y su hijo de 16 años, en la Fonda França. Estaba agotado por la marcha a través de caminos de montaña. Padecía del corazón y necesitaba descansar. Al día siguiente apareció muerto en su habitación ¿Qué sucedió aquella noche? Nadie lo sabe con certeza, unos afirman que fue un suicidio y otros un asesinato. Antes de ir al hostal, el prófugo se presentó en la aduana de Portbou. Allí las autoridades franquistas le comunicaron que disponía de 24 horas para abandonar el territorio español ¿Cómo es posible si llevaba un visado norteamericano? Desde el encuentro de Serrano Suñer, mano derecha de Franco, con Ribbentropp, ministro nazi de Exteriores, las condiciones de paso se habían endurecido. Y Benjamin era un apátrida. Berlín le había retirado la nacionalidad al ser judío y huir del país. La vuelta al estado francés significaba la muerte. Benjamín se vio obligado a pernoctar en el pueblo, bajo la estrecha mirada de tres policías que tenían la orden de deportarlo a Francia la mañana siguiente.
En la Fonda França, hoy en día cerrada, Benjamín decidió inyectarse más morfina de la que su cuerpo podía admitir para evitar su regreso forzado a la Francia ocupada. Esta presión es la que hizo que se suicidara de una sobredosis de morfina. Exactamente la misma morfina que se utilizaba para combatir el dolor físico. Fitkko asegura en sus memorias que la madrugada del día de la muerte de Benjamín, éste le llamó a su habitación y le dijo que había tomado morfina para matarse, pero que no se lo comentara a nadie. Posiblemente debido al suicidio de Benjamin, al resto del grupo le fue permitido cruzar la frontera al día siguiente. Su amigo Adorno lo estaba esperando en Nueva York pero no llegaron a volverse a ver.
Las causas de su muerte, el 26 de septiembre de 1940, nunca han sido esclarecidas del todo. El acta de defunción médica consignó una hemorragia cerebral, pero hay quien sostiene que fue asesinado por la policía franquista. Tras pasar por la fosa común y por un nicho del cementerio de Portbou, sus restos reposan bajo un monumento del israelí Dani Karavan erigido en 1999.
En el archivo parroquial de la Iglesia de Santa María, figura que el escritor alemán recibió la extremaunción antes de morir y fue enterrado en un cementerio católico. Walter Benjamin era judío, marxista y librepensador ¿Cómo pudo confesarse con un sacerdote católico antes de morir? Es posible que el padre Freixes deseara que se le enterrara en sagrado, aunque fuera judío. Tal vez conociera su obra y lo importante que era. No quería que lo enterrasen como un animal, en cualquier lugar, fuera del cementerio. La cartera de piel que Benjamin protegía a cualquier precio, llena de documentos, seguramente con su última obra, aparece vacía. Fitkko fue la encargada de destruir los papeles. Benjamin muere el día 27, víctima de una hemorragia cerebral, pero en el registro de defunciones figura el 26. Los historiadores favorables al asesinato dicen que los nazis querían evitar un mártir. Los que abogan por el suicidio defienden que fue Fitkko quien borró pruebas comprometedoras.
Su pensamiento
La obra de Benjamín es fragmentada e incompleta. Por su valor de sugerencia y proyección en el pensamiento actual es una de las más relevantes del siglo XX. Desde una concepción definida como ‘utopismo negativo’, primero desde posiciones marxistas definidas y con una visión que se inscribe en el espíritu crítico de la Escuela de Francfort.
Benjamin analiza la ‘subversión de la tecnología’, queremos decir, su determinante relación con el arte y la cultura y la autonomía de la sociedad. La dirección del desarrollo tecnológico diseñado desde las posiciones de poder acentúa el poder, el control, el mismo sentido de la innovación.
La comunicación y las industrias de la cultura están presentes en su obra, que aborda aspectos como la cultura de masas, la percepción, la función social y política de la transmisión mecánica del conocimiento, las modas o el lenguaje. La tecnología predefine el contenido, como señala al analizar las transformaciones culturales del cine, o la pérdida del ‘aura’, de la experiencia, de la vivencia, en la reproducción fotográfica.
La técnica dirige la comunicación, la orienta, la lleva a la masa, la convierte en un instrumento de control por parte de las clases dominantes. Al tiempo que transforma el discurso. No sólo se cambia la experiencia cognitiva por la ‘experiencia tecnológica’, sino que el valor narrativo de la historia, la percepción cultural del pasado, se degrada en el hecho comunicativo de la noticia, de la información, del valor efímero de la reproducción. La toma de conciencia basada en la experiencia es sustituida por la inducción de una construcción artificial o virtual de la realidad. Entre los textos de referencia sobre los efectos de la reproducción técnica del arte y la memoria, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936) o El narrador (1936), en el que teoriza acerca de los valores de la experiencia y la información.
Su relación con el hachís
De 1926 a 1932 Walter Benjamin (1974) se administró altas dosis de hachís por vía oral así como mescalina. Benjamin era uno de los intelectuales alemanes que experimentaron con la mescalina, el opio y el hachís entre 1919 y 1939. Buscaba una versión secular de los éxtasis religiosos. Benjamin, pensador de la teoría crítica, especulaba que la revolución sería un momento de embriaguez compartida, una expresión moderna de una energía antigua y salvaje del proletariado moderno.
Benjamin fue uno de los primeros pensadores críticos de la Escuela de Francfort cuya síntesis de la teoría de Marx y Freud ejercería una enorme influencia entre los teóricos de la década de 1960. Benjamin consumió hachís en Marsella y sus experiencias fueron muy parecidas a las relatadas por Baudelaire siglo atrás.
Algunas citas son (recodad que Walter era un comedor de hachís al igual que Baudelaire):
“…Y como no había podido saciar el hambre devoradora que luego, más tarde, me sobrecogió en mi cuarto. Me pareció prudente comprar una tableta de chocolate”
“…comprendí entonces de pronto como a un pintor puede la fealdad parecerle el verdadero depósito de la belleza, mejor aún el guardián de su tesoro, la montaña partida con todo el oro de lo bello dentro relumbrando entre arrugas, miradas, rasgos”.
En éste se habla de la disociación de espacio-tiempo bajo los efectos del hachís. El tiempo parece como si se dilatase:
“…empezó entonces a pasar media eternidad hasta que apareció el camarero” o “Pienso que han transcurrido tres cuartos de hora. Pero sólo son 20 minutos”.
Más efectos del hachís entre los que destacamos la sinestesia:
“es un sentimiento sordo de sospecha y de congoja; se acerca algo extraño, ineludible… aparecen imágenes y series de imágenes, recuerdos sumergidos hace tiempo; se hacen presente escenas y situaciones enteras; provocan interés por de pronto, a ratos goce; y finalmente, si uno no se aparta de todo ello, cansancio y pena. Queda el hombre sorprendido y dominado por todo lo que sucede, incluso por lo que él mismo dice y hace. Su risa, toda sus expresiones chocan con él como sucesos exteriores. Alcanzan también vivencias que se avecinan a la inspiración, a la iluminación… el espacio se ensancha, se hace escarpado el suelo, se presentan sensaciones atmosféricas: vaho, opacidad, pesadez del aire; los colores se vuelven más claros y luminosos; los objetos son más bellos o más toscos y amenazadores…Todo lo cual no se realiza en una evolución continua, sino que lo típico es más bien un camino interrumpido del estado de vigilia al del ensueño, un permanente ser arrojado y zarandeado, que termina por resultar agotador”
Aunque el pasaje que se nos ha quedado en la mente de este libro, Haschisch, que recomendamos leer es:
“Para el que ha comido hachís, Versalles, no es lo bastante grande y la eternidad, no dura demasiado. Y en el trasfondo de esas inmensas dimensiones de la vivencia interior, de la duración absoluta y de un mundo espacial inconmensurable, se detiene un humor maravilloso, feliz, tanto más grato cuanto que el mundo espacial y temporal es contingente”
Muy típico es esto intentar pasar desapercibido pero no conseguirlo:
“El hachís me hizo ayer tacaño; por miedo a llamar la atención con extravagancias, conseguí que todos se fijasen en mí”.
Los efectos en los colores es también producto del consumo de hachís:
“Los colores pueden tener un efecto extraordinariamente fuerte sobre el fumador”.
Sobre la mentalidad del consumidor de hachís Walter escribe:
“Falta de amabilidad, egoísmo y fariseísmo son rasgos que sólo raras veces nos encontraremos en el adicto”.
Aunque los rasgos capitales del comedor de hachís, según Walter, son: Un bienestar ilimitado; se saca lo cómico no sólo de los rostros, sino también de lo que sucede. Se busca motivo para la carcajada; al reír se siente uno como le crecen pequeñas alas; sensación de empatía, de afecto hacia todo; le sorprende a uno hablar en frases tan largas; desgana por la información; hablar en voz alta; sensación de entender ahora mucho mejor a Poe; experimentar la fuerza de la mirada chupando cien lugares en un sólo sitio; hambre leonina “No se le hubiese antojado inadecuado a mi hambre leonina saciarse con un león”; dificultad en leer y escribir; depresión hondísima por el hachís: “Sentí un enamoramiento vehemente por G” (sería su amor); las piernas como atadas…espasmos; la embriaguez puede durar 30 horas y la más importante: “Es una ley: los efectos del hachís se dan únicamente cuando se habla sobre el hachís”.
Para Walter Benjamín estas sustancias eran un elemento de poder para el proletariado para cambiar el mundo. El sujeto se vuelve colectivo, es como una gran hermandad. El afectado por el hachís se encuentra al límite de la depresión. El hachís, además, proporciona una fuente de simpatía. Desaparece la noción de fealdad. La risa del hachís se extiende más allá de las fronteras de uno mismo. El hachís sabe persuadir a la naturaleza para que nos habilite con ese despilfarro de la propia existencia que conoce el amor, pero de forma egoísta. Tanto con el amor como con el hachís nos encontramos entregados a lo otro. El hachís permite a Benjamin sentir que el mundo de las cosas y los objetos no era algo mudo e inerte, sino que era portador de su propia energía y vivacidad.
BIBLIOGRAFÍA
Benjamin, W. (1974). Haschisch, Madrid, Taurus.
Benjamin, W. (1996). Escritos autobiográficos, Madrid, Alianza Editorial.