Con esta fresca y sencilla receta de origen árabe, obtendremos una tapita o guarnición muy sana y baja en calorías. La podemos encontrar, solo con zanahorias, tanto en el sur peninsular como en el norte de África. Si además la aliñamos con la Tutti Gelato californiana, podremos cruzar el Estrecho o el charco sin tener que pensar cómo reducir el tamaño de las cosas para que quepan en la maleta.
Ingredientes para cuatro personas (guarnición o tapa)
- 400 g de zanahorias frescas (del mismo tamaño)
- 400 g de calabacín fresco (del mismo tamaño)
- 1 diente de ajo grande o dos pequeños
- 1 cc de comino en grano
- 1 cs de orégano seco
- 2 cs soperas de vinagre de manzana cannábico
- 5 cs de AOVE de variedad hojiblanca o similar
- Sal y pimienta al gusto
- 1 cs de azúcar para la cocción
- Un bol de hielo para enfriar las verduras
Elaboración
No tendremos que hacer ningún máster en gastronomía para esta elaboración, solo habremos de ser minuciosos con la cocción de las verduras. Además, hay veces que con pocos ingredientes se pueden hacer grandes platos, y esta es una de ellas. Como podemos ver, no necesitaremos nada que no se tenga habitualmente en casa, salvo si queremos cannabizar la receta, caso en el cual tendremos que preparar con antelación el vinagre cannábico. En esta receta hemos utilizado la Tutti Gelato, de Exclusive Seeds Bank, que regalamos con la revista en octubre del año pasado. Se trata de una joya californiana con un alto porcentaje de THC (20%). Es fácil de cultivar y tiene uso medicinal y recreativo. Sus efectos son relajantes, con esa sensación de ingravidez y desconexión que nos llevará lejos de todo. El sabor es dulce y afrutado, lo cual quedará estupendamente en esta preparación, ya que potenciará el sabor a manzana. Para elaborar este vinagre cannábico necesitaremos 250 ml de vinagre de manzana y unos 8 g de cogollos de Tutti Gelato. Podemos meter los cogollos en el congelador un par de días y, así, el frío potenciará la extracción de los maravillosos cannabinoides. Después, los trituramos y los sumergimos en el vinagre. Los metemos en la nevera y los dejamos que maceren durante tres o cuatro días. Pasado este tiempo, lo filtramos con un colador de tela y lo metemos en un bote hermético para su uso posterior. Una vez que tenemos preparado el elemento mágico del “aliño”, podemos comenzar a elaborar la receta en sí.
Empezamos poniendo agua a hervir en una olla lo suficientemente grande como para que quepan sumergidas todas las zanahorias y los calabacines. Mientras se calienta, podemos lavar los calabacines y pelar las zanahorias, preferiblemente con un pelador. Cuando el agua comience a hervir, le añadimos la sal (2 cs), el azúcar y las verduras. Como hemos comentado antes, aquí está una de las claves de este plato, por lo que recomendamos que sean del mismo tamaño. La cocción de las zanahorias es más larga que la del calabacín, pero eso se compensa con la diferencia de tamaño que tienen entre sí. Las verduras deberán estar en su punto y, para ello, lo más práctico es estar encima de ellas e ir pinchándolas de vez en cuando, hasta que dejen de ofrecer resistencia cuando lo hagamos; suena un poco sádico, pero es necesario. En ese momento, las sacamos del agua hirviendo y las metemos directamente en un bol con el hielo y agua hasta sumergirlas. Este proceso nos garantiza el cese inmediato de la cocción y ayuda a fijar la clorofila del calabacín, lo que hace que mantenga el color verde vivo y conserve mejor sus nutrientes. Pasados unos minutos, cuando ya estén todas las piezas bien fresquitas, las sacamos, las escurrimos y las secamos bien. Podemos ayudarnos de un paño limpio o un poco de papel de cocina. Una vez cocidas y secas, ya podemos cortarlas en rodajas del mismo tamaño. Nosotros al calabacín le hemos quitado un poco las semillas que contiene, pero no es necesario si no queremos. Lo ponemos todo en un bol o fuente grande y nos ponemos con el aliño.
Lo suyo es hacerlo con el mortero, pero si no tenemos o no nos apetece hacerlo, siempre podemos recurrir a la batidora. El caso es que hay que triturar el ajo, quitándole el tallo central previamente, junto al comino, el orégano, el AOVE y el vinagre mágico. Una vez triturado solo habrá que añadirlo a las verduras y mezclarlo todo con mucho cariño, si no, se nos romperán las rodajas y se hará una especie de puré, que también está bueno, pero no tiene tan buena pinta.
Bien, pues podemos comenzar la degustación. Esperamos que os haga viajar donde deseéis estar. ¡Hasta la próxima!