Los estudios sobre la eficacia de medicamentos con cannabinoides para el cáncer o el dolor crónico se multiplican por ocho en el mundo desde 2010 mientras aquí siguen limitados al no haberse legalizado el uso medicinal de la marihuana
El interés de la ciencia y la medicina por las propiedades terapéuticas del cannabis no para de crecer. Desde 2010, se han multiplicado en el mundo casi por ocho los ensayos clínicos que estudian la viabilidad de medicamentos de cannabis para el tratamiento de enfermedades como el cáncer, la epilepsia o el dolor crónico. En España, sin embargo, no se ha producido tal proliferación debido a la falta de una regulación del cannabis medicinal, que dificulta mucho los trabajos científicos, según los investigadores.
Un informe de la principal empresa de datos que opera en la industria legal internacional del cannabis, Prohibition Partners, al que ha tenido acceso Público, refleja que el número de ensayos clínicos con medicamentos hechos en el mundo con componentes de esa planta ha pasado de 8 en un año a 60, lo que supone un incremento del 650% entre 2010 y 2022.
Cerca de la mitad de los 440 ensayos registrados en ese periodo se ha centrado en el tratamiento del dolor causado por diversas afecciones, como la fibromialgia, el cáncer o el Parkinson, y principalmente casos de dolor crónico o neuropático, el 46%. No obstante, según el informe, en los últimos años ha habido un aumento notable de ensayos clínicos que estudian los beneficios potenciales de los medicamentos de cannabis para el tratamiento de trastornos mentales, como la depresión o la ansiedad.
El estudio de Prohibition Partners refleja, además, que los medicamentos que se estudian en estos ensayos clínicos contienen una gran variedad de cannabinoides (componentes del cannabis), aunque en la mayoría (el 34,5%) se utiliza una combinación de los dos más conocidos: THC y CBD.
A la eclosión de estos ensayos ha contribuido, sin duda, el estudio que publicó en 2017 la Academia Nacional de Ciencias de EEUU (NAS por sus siglas en inglés), que asesora en materia de ciencia a Gobierno, Senado y Congreso de ese país, y a su agencia espacial, la NASA. Tras analizar más de 10.700 publicaciones científicas, la NAS concluyó que ya existían “evidencias concluyentes o sustanciales” para afirmar que los cannabinoides son efectivos en el tratamiento del dolor crónico en adultos, como antieméticos para paliar los efectos de la quimioterapia y para mejorar los síntomas de espasticidad muscular de la esclerosis múltiple. Pero la Academia también recomendó a la comunidad científica seguir investigando a fin de recabar más evidencia científica acerca de la conveniencia del uso del cannabis en estas y otras afecciones.
La distribución territorial de los ensayos realizados es, sin embargo, desigual y con un país que destaca sobremanera sobre el resto, Estados Unidos, que aglutina el 54,1% de los trabajos. A continuación, se sitúan Gran Bretaña (13%), Canadá (7,7), Israel (6,8), Alemania (2,4), Italia (2,4) y Australia (1,9). Todos estos países cuentan con una regulación del uso del cannabis medicinal, de la que se benefician miles de pacientes que pueden acceder a un tratamiento con medicamentos o preparados a base de componentes de la marihuana.
- Muy pocos ensayos en España
- Los obstáculos empantanan un estudio sobre el tratamiento del dolor
- “Herramientas terapéuticas seguras”
- Subir el umbral del dolor y reducir el uso de opioides
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- Redacción
Muy pocos ensayos en España
España no llega ni al 1% de los ensayos con cannabis realizados en el mundo que aparecen en las tablas estadísticas de este informe. Y en una búsqueda en la base de datos del Instituto de Salud de EEUU (NIH), que registra la práctica totalidad de los ensayos clínicos que se llevan a cabo en todo el planeta, España aparece en menos de veinte. Más aún: de entre los 15 que se han completado, únicamente ha liderado dos. El resto eran estudios internacionales dirigidos por grupos investigadores de otros países.
De acuerdo con esa base de datos, la mayoría de los ensayos que se han hecho en España ya completados se han centrado en el tratamiento de la epilepsia con cannabidiol, aunque también se han llevado a cabo para estudiar la efectividad con el dolor oncológico y la esclerosis múltiple.
“Si lo comparamos con los ensayos clínicos que se están realizando en otros países, es una cantidad insignificante”, advierte Cristina García, profesora del departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense, vicepresidenta de la Sociedad Española de Investigación con Cannabinoides (SEIC) y autora de más de 60 trabajos de investigación preclínicos sobre esa materia.
Son pocos ensayos, además, para un país que tiene una de las sociedades científicas más importantes y prolíficas del mundo en la investigación preclínica del cannabis, formada por más de 200 investigadores con una media de entre 30 y 40 publicaciones al trimestre y trabajos que han obtenido un gran reconocimiento internacional. Un país que, además, se encuentra entre los 11 primeros del mundo en producción de cannabis medicinal (23,4 toneladas) con cultivos autorizados por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), producción que tiene que ir por completo destinada a la exportación porque su uso no está aún aquí regulado, pese a que el Congreso de los Diputados se lo solicitó al Gobierno hace más de un año.
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¿Por qué entonces no se hacen aquí más estudios clínicos para estudiar la viabilidad de estos medicamentos en pacientes? La investigadora Cristina García lo achaca a tres causas, básicamente: el desconocimiento de la comunidad médica española del potencial terapéutico del cannabis, motivado, entre otras cosas, por su ausencia en las materias curriculares de la universidad; falta de interés de las empresas que trabajan en el sector por hacer ensayos al no ver claro el retorno económico de esa inversión; y carencia de un marco legal regulatorio del uso medicinal de la planta.
A juicio de esta experta, la falta de regulación desanima a profesionales de la medicina a participar en ensayos clínicos por miedo a lo que pueda ocurrir trabajando con una sustancia ilegal, de cuyos potenciales beneficios terapéuticos, además, apenas tienen conocimiento. “La NAS, como conclusión de su estudio, recomendó hace unos años que había que hacer más investigación clínica para obtener más evidencia sobre el uso de cannabinoides. Era un mensaje dirigido a la comunidad científica que aquí, claramente, no se ha entendido mucho”, se lamenta.
Los obstáculos empantanan un estudio sobre el tratamiento del dolor
El Grupo de Trabajo de Cannabinoides de la Sociedad Española del Dolor (SED) también considera que la falta de regulación del cannabis medicinal supone un “gran impedimento” para la realización de ensayos clínicos. Y esta organización está conociendo de primera mano cuáles son esos obstáculos, porque lleva ya tres años a vueltas con un ensayo que puso en marcha en colaboración con el Observatorio Español del Cannabis Medicinal y la empresa Curaleaf para estudiar el tratamiento del dolor neuropático con cannabinoides, y aún no ha podido empezar los trabajos clínicos a causa de las enormes trabas burocráticas que debe afrontar.
El coordinador del Grupo de Trabajo, el anestesiólogo Jesús de Santiago, asegura que los requisitos que exige cumplimentar la AEMPS, organismo del Ministerio de Sanidad que autoriza y supervisa estos ensayos, no les han permitido aún poner en marcha el estudio clínico que prevén realizar en cinco hospitales de Barcelona, Madrid, Granada y Tenerife, con 50 pacientes que sufren dolor neuropático, a quienes se administrará durante un periodo de tres meses una mezcla controlada de CBD y THC.
La falta de regulación, según Jesús de Santiago, dificulta enormemente el transporte, el uso, toda la cadena que interviene en un ensayo clínico con una sustancia que no es legal en este país, aunque lo sea para uso medicinal en otros muchos del entorno. Y esas dificultades son las que encarecen, además, el ensayo y reducen su tamaño y, en consecuencia, la fortaleza de sus resultados y su extrapolación para la obtención de evidencia científica, ya que deben hacerse con pocos pacientes y escaso tiempo.
¿Qué consecuencias acarrea que no se hagan más ensayos clínicos con cannabinoides? El coordinador del Grupo de Trabajo de la Sociedad Española del Dolor lo tiene claro: “Esto lleva al desconocimiento, a que no vas a poder esclarecer el efecto de unos fármacos sobre el sistema endocannabinoide. Y eso repercute en los pacientes como posibles beneficiarios de esos medicamentos”.
“Herramientas terapéuticas seguras”
Cristina García sostiene que la investigación clínica realizada hasta el momento en el mundo ha dejado ya claro que los cannabinoides son unas “herramientas terapéuticas seguras” para pacientes de determinadas afecciones, aunque sea necesario seguir investigando para obtener una mayor evidencia científica.
Por su parte, la investigación preclínica, la que no se hace directamente con pacientes, ha demostrado, a juicio de esta investigadora, que el potencial terapéutico del cannabis es muy grande y variado: para el tratamiento del dolor, para la epilepsia, sobre todo en cuadros muy complicados, o la endometriosis, entre otras muchas afecciones. “Es una responsabilidad para quienes nos legislan favorecer la realización de ensayos clínicos que permitan a los pacientes beneficiarse de estos tratamientos y no tengan que recurrir al mercado negro como ahora, que es un sinsentido”, subraya.
La Comisión de Sanidad del Congreso aprobó en junio de 2022 un dictamen por el que instó al Ministerio de Sanidad a que en el plazo de seis meses pusiera en marcha las medidas necesarias para permitir el uso del cannabis con fines medicinales. Según el acuerdo parlamentario, el cannabis debe ser prescrito por médicos especialistas de las enfermedades y dolencias autorizadas y dispensado en farmacias hospitalarias. Los casos de espasticidad en pacientes con esclerosis múltiple, algunas formas de epilepsia, náuseas y vómitos derivados de la quimioterapia, endometriosis, dolor oncológico y dolor crónico no oncológico, incluido el neuropático, fueron las indicaciones recomendadas para este uso.
Cumplido en diciembre el plazo dado por el Congreso, el Ministerio de Sanidad aseguró que estaba trabajando en el encaje normativo para permitir el uso medicinal del cannabis. Cinco meses después, José Manuel Miñones, el ministro que sustituyó en el cargo a Carolina Darías tras su marcha para presentarse como candidata del PSOE a la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria, pidió perdón por el retraso y aseguró en su primera comparecencia en el Congreso que antes de que terminara mayo presentaría el documento regulatorio. Pero la legislatura terminó ese mismo mes, al convocarse elecciones generales para julio, y todo ha quedado en el aire.
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Subir el umbral del dolor y reducir el uso de opioides
Mientras la actividad política y legislativa siguen a la espera de que se invista a un presidente que forme un nuevo gobierno, la actividad científica no se detiene, para determinar, por ejemplo, cómo pueden actuar los cannabinoides para tratar el dolor que sufren miles de personas y que es el motivo de la mayoría de los ensayos clínicos que se llevan a cabo en el mundo con estos componentes. Jesús de Santiago explica que los cannabinoides actúan sobre los receptores del sistema endocannabinoide, los cuales se encuentran a lo largo de toda la vía de transmisión del dolor.
“La activación de los receptores del sistema endocannabinoide en las neuronas periféricas, espinales y supraespinales suprime la transmisión del dolor. Eso, por un lado. Pero además hay que tener en cuenta su vital importancia en el control del dolor a nivel supraespinal, es decir, de los procesos cognitivos. De hecho, el principal receptor del sistema endocannabinoide, el CB1, es el receptor acoplado a la proteína G más abundante en las terminaciones nerviosas del cerebro de los mamíferos. El CB1 es abundante en regiones del cerebro que regulan el dolor, el vómito, las emociones, el movimiento, la coordinación, el aprendizaje y la memoria y funciones cognitivas como la percepción que tenemos del dolor”, señala el coordinador del Grupo de Trabajo de Cannabinoides de la SED.
Según Jesús de Santiago, hay estudios que han concluido que los fármacos cannabinoides pueden subir el umbral del dolor, que pueden hacer que el dolor sea más tolerable. “A día de hoy, -dice este experto- existe suficiente evidencia para recomendar su utilización para el tratamiento del dolor crónico, aunque aún no en primera línea. De hecho, existen otros fármacos que pueden ser más efectivos y ofrecer menos efectos secundarios. En todo momento -recalca-, en el tratamiento con cannabinoides se ha de seguir las guías clínicas publicadas y siempre bajo el control y supervisión estricta del especialista en tratamiento del dolor”.
Otro de los potenciales beneficios del uso de cannabinoides es la reducción de las altas dosis de opioides que se administran a muchos pacientes con dolor crónico, un consumo que puede generar dependencia, ineficacia del tratamiento y también hiperalgesia, un trastorno de la sensibilidad que causa una mayor sensación de dolor, algo frecuente en pacientes oncológicos. Jesús de Santiago asegura que ya hay evidencia científica que demuestra la efectividad del cannabis para reducir la hiperalgesia, aunque, a su entender, se debe profundizar en esa vía con la realización de más ensayos clínicos que revelen su idoneidad.
“Los ensayos clínicos con cannabinoides han aportado que son eficaces en diferentes tipos de dolor crónico y que estos fármacos son relativamente seguros, obviamente siempre que sea bajo supervisión médica, comparados con otros tratamientos altamente utilizados en el tratamiento del dolor crónico, como son los opioides”, añade el coordinador del Grupo de Trabajo de la SED.
Lawrence Purkiss, analista de Prohition Partners y coautor del informe sobre el cannabis farmacéutico, considera que el estudio de los ensayos clínicos que se han hecho en la última década, y en particular en los últimos años, ofrece una magnífica visión de los posibles avances que se puedan producir en este campo en los próximos años. “Al analizar el panorama de las patentes junto con el registro de ensayos clínicos, queda claro que las posibilidades de nuevos tratamientos basados en cannabinoides son increíblemente amplias, con un interés significativo ya en áreas específicas”, explica.
Fuente Publico.es