Así lo aseguró una reciente investigación científica realizada por la Universidad de Augsburgo. En EEUU, estas sustancias causan más muertes por sobredosis que los accidentes automovilísticos.
Según la Agencia para el Control de Drogas de EEUU (DEA), las muertes relacionadas por sobredosis de opioides hace años que alcanzaron la magnitud de una epidemia. Desde 2015, hay más fallecimientos por uso de la heroína que por accidentes automovilísticos. A partir de datos del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas, en 2019 las muertes por sobredosis habían sido unas 49.850. Pero la cifra se incrementó casi al doble tan solo en tres años. Hacia 2022, habían perdido la vida unas 81.806 personas. Ante esta dramática situación son varios los especialistas que buscan encontrar una solución para el consumo problemático de la mencionada sustancia y un grupo de investigadores ha asegurado que el cannabis tiene “un gran potencial” para su tratamiento.
“Tras una revisión de la literatura, es razonable concluir que el cannabis tiene cierta eficacia en el contexto del mantenimiento con opiáceos, así como en otros usos terapéuticos. Existe una clara posibilidad de que el uso de cannabis en modelos de reducción de daños aumente”, sostiene el estudio realizado la Universidad de Augsburg, ubicada en el estado norteamericano de Minnesota.
El estudio analizó la evidencia científica disponible sobre el uso del cannabis como sustituto de los opioides y señaló que se ha demostrado que los componentes que se encuentran presentes en la planta son capaces de reducir el síndrome de abstinencia que provoca el consumo de los opioides.
“Se ha demostrado que el cannabis mejora los efectos analgésicos de los opiáceos al tiempo que reduce la tolerancia y la dependencia del paciente. Hay investigaciones bien documentadas sobre la eficacia del cannabis para la sustitución de drogas ilícitas (opiáceos) y fármacos (opioides). Se ha demostrado en modelos animales que los cannabinoides reducen los efectos de la abstinencia de opiáceos (y de forma anecdótica en humanos)”, sostiene Clark Furlong, autor principal del estudio científico.