El cannabis lleva muchas décadas ilegalizado y los resultados no han sido buenos en ningún aspecto, bueno si, en uno, el mercado ilegal y sus grupos se han financiado.
Si volvemos la mirada hacia principios de siglo pasado, podremos ver un símil con esto de la prohibición de cannabis, sencillamente fue la prohibición del alcohol. Una prohibición que tuvo que revocarse, ya que la sociedad seguía demandando ese liquido con grados y por lo tanto, ofrecérselo de forma ilegal era sinónimo de conseguir dinero y con él, poder.
Una demanda a lo largo de la historia
La raza humana a lo largo de su historia siempre ha buscado la forma de conseguir sustancias que le cambien la percepción sensorial, es decir que le seduzca de alguna forma. Para ello, el alcohol es una sustancia que evidentemente cumple con estos cánones y que siempre ha estado presente o disponible en todas las civilizaciones de la historia humana.
Aunque, hubo una época en los Estados Unidos en el que este alcohol para consumo humano en todas sus formas estuvo prohibido, fue cuando apareció la famosa “Ley seca”. Esta ilegalización del alcohol hizo que no se pudiese vender ni fabricar legalmente, aunque la gran demanda siempre existió.
Es por ello que siempre hay quien quiere ganar dinero vendiendo y produciendo esas sustancias, eso sí, siempre fuera de la ley con lo que eso supone en el factor ganancias. Es decir, el productor y vendedor ilegal genera dinero al margen de la ley que no paga impuestos y que, por lo tanto, no tiene repercusión en el resto de la sociedad. Por otro lado, el consumidor consume un producto que no ha pasado unos mínimos controles de calidad para su fabricación y “juega” con su salud.
Una prohibición que creó un gran mercado negro con lo que eso supone
La prohibición del alcohol en EE. UU duró muy pocos años fue un gran error histórico. Aunque en ese breve espacio de tiempo, se crearon bandas organizadas que importaban alcohol de los países vecinos como México y Canadá. donde se utilizaba a mucha gente ansiada o necesitada de ganar algún dinero. También se fomentó la corrupción de los funcionarios que tenían que hacer la “vista gorda” en las aduanas o en los temas policiales.
A su vez, también se crearon fabricas clandestinas o destilerías donde se producía alcohol y sin ningún tipo de control sanitario para un producto de alto consumo. También, se crearon locales o bares clandestinos donde se podía consumir este alcohol que era fabricado anteriormente en sus “destilerías insalubres”.
Todos estos negocios del mercado negro creado por la prohibición del alcohol, a su vez necesitaban de personal que debía ser aleccionado para un mercado posicionado en contra de la ley y de sus representantes.
La historia está para aprender de ella
Toda esta historia de la ley seca estadounidense y todo lo que creó en tan poco espacio de tiempo, debería de haber servido para que no se hubiese vuelto a repetir lo ya acontecido con otro producto similar y de gran consumo como el cannabis.
El humano siempre ha tenido el consumo de ciertas sustancias llamemos “perturbadoras”, en su ADN y durante toda su historia. Siempre ha tenido acceso a ellas, como son el alcohol o plantas como el cannabis u otras, y que les ha permitido evadirse, celebrar o tener otro tipo de sensaciones que éstas producen.
La historia esta para aprender de ella e intentar no volver a repetir los “episodios negros”. Con la situación actual del cannabis, creo que se han cometido los mismos errores, pero esta vez mayores; ya que la ilegalización o su prohibición dura ya muchos años y por lo tanto, los efectos perniciosos han durado más tiempo y fruto de ello, han proliferado unas estructuras ilegales más arraigadas y generalizadas.
Por lo tanto, las producciones de cannabis ilegal, su venta en el mercado negro, la corrupción, los productos consumidos sin un mínimo control para la salud y todo lo que conlleva ese mercado de venta ilegal masiva y prolongado, es fruto de esa ilegalización o prohibición.
La solución está clara: la regulación o legalización del mercado y consumo de cannabis
Hasta ahora muchos y durante mucho tiempo han levantado la bandera de la legalización del cannabis o su legalización. Pero hoy en día y a diferencia de otros tiempos, si se puede constatar lo que sucede cuando se legaliza en la sociedad actual, existen ejemplos.
Canadá es un claro ejemplo de este experimento regulizador del cannabis. En este país, hace ya tres años donde existe una industria que produce y comercia bajo la normativa de una clara legislación.
La producción del cannabis esta controlada y se sabe dónde se produce. Esas producciones están bajo unas normas que aseguran una garantía en su producción que no utiliza productos perniciosos para la salud del consumidor. Es decir, una garantía de calidad. Toda esta regulación de un principio a fin, hace que las instituciones recauden una enorme cifra en impuestos que posteriormente repercuten en toda la sociedad, en temas de salud, educación y en los menos favorecidos.
Esta “legalización” no fomenta la creación de un mercado ilegal, todo lo contrario, la disminuye; después de tres años de regulación en Canadá, la adquisición legal de cannabis en la actualidad es de un 70 % es en comercios autorizados, el año pasado esa cifra era del 50%.
El consumo en los menores ha disminuido, se controla que en ese 70% de ventas en comercios autorizados no se dispensa a los menores. A su vez, estos jóvenes ya no ven en una sustancia ilegal esa “atracción rebelde de la prohibición”, las cifras corroboran esta apreciación.
Por otro lado, el dinero negro que provee a estas organizaciones clandestinas en grandes cantidades se les resta, y ahora van a parar en forma de impuestos a las instituciones. Es decir, a estos grupos ilegales se les merma su poder adquisitivo.
Por otro lado, los usuarios adquieren unos productos que garantizan el no tener malas prácticas para su producción, como usar fertilizantes nocivos para la salud o que contengan metales pesados, sustancias que si se están encontrando en unos productos y flores de mercados ilegales o no controlados. A su vez, unas etiquetas claras, correctas, y con sus advertencias son imprescindibles. Saber de las calidades, saber de los productos utilizados, las cantidades de cannabinoides u otras sustancias que llevan el producto de gran consumo, es también de obligatoriedad.
La conclusión está muy clara, legalizar el cannabis
En mi opinión la conclusión está muy clara. Los beneficios de una correcta regulación superan con creces los perjuicios. Es más, los ejemplos que ya se han puesto en marcha, como Canadá o estados norteamericanos que juntos son millones de habitantes, son un claro ejemplo de que la legalización han funcionado.
En el otro lado, tenemos la prohibición que ha durado decenas de años y que nos traído, mafias, corrupción, productos insalubres, mercados ilegales con economía sumergida que no ha beneficiado al conjunto de la sociedad.
Donde se ha legalizado no se ha caído el cielo, no hay más drogadictos por las esquinas, ni muertos en las carreteras, ni tanto dinero para para las mafias, ni mayor consumo juvenil… Las profecías de los prohibicionistas no se cumplieron, hemos estado engañados durante muchos años y en beneficio de quien.
En mi opinión, es la hora de regular una industria del cannabis que ha estado sumergida, y que la historia nos ha demostrado que no era el camino o dirección correcta.
Una gran industria capaz de generar miles de millones y cientos de miles de nuevos puestos de trabajo hoy en día, no se puede dejar en manos de no se sabe quién, claro en mi opinión.